lunes, 18 de abril de 2011

Calabria, montañas y mar


17/04/11 En el extremo sur de Italia, pueblos y ciudades despliegan una historia apasionante. Un recorrido entre vestigios arqueológicos, playas de ensueño y platos regionales.

La tierra es áspera y las montañas son blancas. El cielo y el mar se confunden en una inmensidad inabarcable. Ultimo bastión europeo que apunta hacia Africa, la península de Calabria es un territorio angosto, ensanchado por su historia. Está ubicada en la punta de la bota italiana y el estrecho de Mesina la separa de Sicilia.

Destino de los griegos y sueño de los fenicios, Calabria es otra cara de una Italia siempre deslumbrante.

Dicen por ahí que Calabria no es Europa, y algo de razón tienen. Tantas veces dominada y tantas otras triunfante, las calles, las casas, los templos y las fortalezas de sus urbes muestran un perfil multicultural, antiguo y cosmopolita. Hoy, la placidez de sus playas, la calma de su mar celeste y claro, y el lento discurrir de la vida, parecen desmentir su pasado de luchas y conquistas.

Su paisaje diverso permite descubrir sitios de gran atractivo paisajístico así como también vestigios de una historia apasionante: las excavaciones arqueológicas de Locri y de Sibari; el encanto de La Cattolica –iglesia bizantina– en Stilo, ciudad ubicada en el monte Consolino, sobre el mar Jónico; el Baptisterio y la Catedral de Santa Anastasia, en Santa Severina, sobre el Valle del Neto; y la belleza de Altomonte, una de las ciudades más fascinantes de gran riqueza en obras de arte.

En la región de Calabria el listado de imperdibles resulta interminable a medida que uno avanza por sus provincias, por sus ciudades, por sus pueblos, por sus ruinas. ¿Cómo no mencionar la imponente Catedral normanda de Gerace y el bellísimo Duomo de Cropani? Lo mismo sucede con los balnearios de Tropea y Le Castella: en esas playas blancas y blandas, y ante esos paisajes, se comprende su fama y la ambición de diferentes pueblos por poseerla.

Como en Calabria todo es mar y sierra, desde las alturas se disfruta de la geografía alpina y de la majestuosidad de sitios como la Certosa di Serra San Bruno, monasterio enclavado en medio de la piedra y el verde. También las perlas bizantinas de Rosarno, con su magnífica lozanía de siglos.

Su larga historia parece haber impregnado las calles de sus pueblos y ciudades y su vida. Los empedrados que suben y bajan sorteando casas y puentes, las calles y los recovecos, las flores adornando las ventanas y coronando las entradas: todo es encantador. Al caminar, aparece como compañero eterno el aire salobre del más transparente Mediterráneo.

Habitadas desde tiempos prehistóricos, estas tierras fueron cultivadas por griegos y romanos. Más tarde disputadas por cartagineses y fenicios. En la Edad Media ambicionaron sus bellezas los bizantinos, los árabes y los normandos. Incorporada al Reino de Nápoles, pasó por las manos de los angevinos y de los aragoneses, hasta que encontró su destino en el Reino de Italia, y luego, finalmente, en la actual Italia.

La región de Calabria se divide administrativamente en cinco provincias cuyos nombres resuenan frescos en la población argentina: Catanzaro, Cosenza, Crotone, Reggio Calabria y Vibo Valentia. Viven aquí unos dos millones de personas atentas y efusivas. Recorrer sus pueblos es como estar en casa. La gente se saluda de vereda a vereda y los bares reciben a los clientes con sonrisas y copas de un vino espeso y perfumado.

La capital regional es Catanzaro, pero el más importante centro económico y cultural de Calabria está en Cosenza . El antiguo y bello casco histórico convive con una moderna ciudad, que se extiende sobre el Valle del Crati.

La cadena costera también guarda lugares especiales. Por ejemplo Praia a Mare, en la provincia de Cosenza. En esta zona también está la ciudad de Cetraro, cuyo nombre deriva del cultivo del cedro, una fruta parecida a un limón gigante. Todavía cuentan por aquí que esta ciudad fue devastada en 1534 por el pirata Barba Roja.

En el estrecho de Mesina, frente a la isla de Sicilia, surge una ciudad de halos mágicos.

Reggio Calabria , la capital de la provincia del mismo nombre y una de las ciudades más grandes y antiguas de la región, está enclavada en esa estratégica posición bañada por un mar calmo. Sorprende con su costanera plagada de pequeños cafés y boutiques.

Las extensas costas de Reggio Calabria son muy disfrutables, sobre todo por la imagen de las montañas a espaldas de la ciudad. En esas playas se puede permanecer todo el día, y cuando la noche cubre con su sombra las cálidas costas, surgen las luces y el ruido de cervecerías y discotecas, listas para ofrecer y cumplir con una ajetreada vida nocturna.

Aquí está el Museo Nacional de la Magna Grecia, donde pueden verse los famosos Bronces de Riace –o Guerreros de Riace–, una singular composición del siglo V aC., descubiertos en el fondo del mar en la ciudad jónica de Riace, hace 40 años.

Cerca de Reggio Calabria, en la costa del mar Jónico, se erige un mítico pueblo fantasma: Pentedattilo es una joya de casi 3.000 años, colgada de las montañas, con sus iglesias e imponentes castillos que le pelean al tiempo.

Si bien las playas y el paisaje bastan para contentar al más exigente, la presencia de la montaña es decididamente atractiva. La región de Calabria cuenta con cuatro parques nacionales famosos por la belleza de sus senderos de montaña y sus vistas panorámicas. La experiencia más extrema se logra en el Parque Nacional de Aspromonte , una expresión griega que significa “montaña blanca”, con picos de hasta dos mil metros de altura, que miran hacia los mares Tirreno y Jónico. Precisamente las caras que miran hacia el mar Tirreno son verdes y generosas. Las otras, por el contrario, despojadas y ásperas. En este parque de Reggio Calabria, se dan todas las condiciones y se ofrecen los servicios para practicar senderismo y ciclismo.

Un detalle para conocer parte de las sensaciones que se viven aquí, en la región de Calabria. Visite en verano la Cueva Azul, en la isla Dino: la transparencia de las aguas ayuda a sentir al bañista que está flotando en un cielo celeste.

Fuente: Diario Clarín

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